17/08/2017. Como sevillano que hunde muy profunda y nostálgicamente sus raíces en Andalucía y España, he podido finalmente ordenar, rumiar y redactar −gracias a la indispensable e imprescindible ayuda de mi mujer, Antonia Friend O’Callaghan− mis Memorias, recientemente publicadas. Sin duda ha sido un inesperado e impagable privilegio haber podido escribirlas en nuestra luminosa casa, al principio de la avenida República Argentina, cerca del antiguo Puerto de Mulas, al lado del Gran Río, frente a la Torre del Oro, la Giralda y el Palacio de San Telmo.
Mi nacimiento tuvo lugar en 1929 en Carmona, donde viví feliz e intensamente los años de mi infancia y adolescencia. Inicié el Bachillerato por libre en 1939 en el emblemático Instituto San Isidoro de Sevilla, el arzobispo enciclopedista autor del Laus Spaniae, tan elogiado por el prestigioso historiador Menéndez Pidal. Alumnos sobresalientes del Instituto habían sido personalidades de las Letras y las Ciencias de la categoría de Manuel Machado y Severo Ochoa. Como la de don Severo, mi carrera investigadora ha sido un abigarrado y ajetreado deambular por Europa y América.
El pasado día 29 de junio de 2017, solemnidad de San Pedro y San Pablo, fue también efectivamente para mí un gran honor y una inmensa satisfacción que el Instituto de Bioquímica Vegetal y Fotosíntesis (IBVF) del Centro de Investigaciones Científicas Isla de la Cartuja (CICIC), Centro Mixto de la Universidad de Sevilla y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), situado en el extremo norte de la Avenida Américo Vespucio, celebrara sus bodas de oro con motivo del cincuentenario de su fundación en la antigua Fábrica de Tabacos de Carmen “la Cigarrera” en 1967. Ese año había tenido lugar el traslado de parte de nuestro grupo investigador del Instituto de Biología Celular (IBC) del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) del CSIC −conocido como “el Cajal”− de la madrileña calle del sevillano Velázquez a la recién nacida Facultad de Biología de la Universidad Hispalense. En la antigua Universidad, trasladada en el siglo XVIII del Colegio de Santa María de Jesús de la Puerta de Jerez a la casa profesa de los jesuitas de la calle Laraña, había comenzado los cursos Primero de Química y Preparatorio de Farmacia en 1946, que continué en la Universidad Complutense. Mi venida de un Centro del Consejo de Madrid a la Universidad de Sevilla estuvo determinada fundamentalmente por el convencimiento de que la enseñanza universitaria de calidad debe estar indisolublemente unida a la investigación científica de vanguardia.
Hace unas semanas he leído con mucho interés y me ha llenado de alegría la noticia publicada en la edición en español de L’OSSERVATORE ROMANO de que el himno oficial de la XXXII Jornada Mundial de la Juventud Panamá 2019, organizada por el arzobispo de esta República Hispanoamericana, monseñor don José Domingo Ulloa Mendieta, había sido presentado en Roma bajo el lema «He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lucas 1,38), elegido por el Papa Francisco para la ocasión. Me parece que el acierto de este lema no puede haber sido mayor, pues indudablemente la Nueva Evangelización debe basarse, según las conclusiones del Concilio Vaticano II, en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en la Virgen María. Es también muy relevante que el autor del himno sea miembro de la Universidad Católica Santa María de la Antigua de Panamá.
Durante muchos años he sido catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Hispalense, fundada por el renombrado clérigo judeoconverso carmonense Maese Rodrigo Fernández de Santaella, contemporáneo de Cristóbal Colón y como él muy devoto de la Virgen de la Antigua. Esta advocación la llevaron a América, comenzando por Panamá, los españoles tras el Descubrimiento. Si importante fue en todos los sentidos el descubrimiento del Estrecho de Magallanes, no menos lo fue la apertura siglos después del Canal de Panamá. A todos estos temas he dedicado con el mayor interés desde mi jubilación muchos artículos.
Con motivo del segundo centenario de la muerte del ilustrado sevillano don Antonio de Ulloa −medidor del grado del meridiano terrestre, descubridor del platino, gobernador de Perú y La Luisiana, ingeniero del Canal de Castilla y del muro de contención de la Barqueta en Sevilla…− organizamos la Universidad de Sevilla, el Instituto de Estudios Hispanoamericanos y el Archivo de Indias unas Jornadas en Sevilla, San Fernando y Cádiz de las que también dimos cumplida cuenta en un libro de Actas y varios artículos.
El 25 de octubre del pasado año 2016 fue una fecha llena de significado y esperanza para Antonia y para mí al presentarse en la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) el libro de mis Memorias, titulado Recuerdos, Realidades y Esperanzas, editado en dos gruesos volúmenes I. MI VIDA COMO CIENTÍFICO y II. INFANCIA, JUVENTUD Y EDAD MADURA. Previamente, el 7 de octubre de 2015, había presentado en el Ateneo de Sevilla con el mismo título un Avance, publicado por nosotros en un estuche de dos cuidados libritos impresos en la imprenta Ingrasevi de Carmona. Al haberse agotado esta edición, así como también el libro de la Presentación en la UNIA, estimé conveniente y oportuno reeditarlos en la misma imprenta.
Dados los momentos de confusión e incertidumbre que vive hoy la humanidad −así como también, en cierto modo, algunas regiones de España, como Cataluña y País Vasco, que parecen haber olvidado sus orígenes y evolución− me parece que hay que volver la vista a los dos grandes hechos históricos mencionados al comienzo −Descubrimiento de un Nuevo Mundo y Primer Viaje de Circunvalación alrededor de la Tierra−, a los que por múltiples razones me siento especialmente vinculado. Hay que seguir con fe y esperanza el reciente consejo del Papa Francisco: Unir lo que está dividido, así como subrayar para recordárselo a nuestros políticos y a todo el mundo que no se debe romper lo que está unido.
Manuel Losada Villasante
Sevilla 10 de Agosto