15/02/2018. A mis ochenta y ocho años recién cumplidos, y a pesar de haber dedicado por entero toda una vida a la investigación pura y aplicada y a la docencia superior, no encuentro ahora palabras para expresar y agradecer como quisiera a la Universidad de Sevilla, al Fondo Europeo de Desarrollo Regional, al Ministerio y la Consejería de Economía del Gobierno y de la Junta de Andalucía, el inmenso e impagable honor que supone para mí la dedicación con mi nombre de un Centro de vanguardia a la Investigación, la Tecnología y la Innovación. Estos han sido ciertamente mis grandes sueños y temas reales como profesor universitario e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Pero, aunque me falten ahora palabras de agradecimiento para manifestar mi entusiasmo y alegría, sí sé que de la abundancia del corazón habla la boca y que la luz, el bien, la verdad y la libertad son las brújulas más fiables y los motores más eficientes que guían nuestra conciencia y nuestra inteligencia y mueven nuestro ser a lo largo de toda la vida.

Precisamente a la luz y al mundo vivo he consagrado con fe y esperanza todo mi ser y mi saber. Siendo todavía muy joven escuché en la homilía de una misa tempranera en un humilde convento de monjas descalzas de Carmona −mi hermoso e histórico pueblo− la frase llena de sencillez y de radiante belleza que dijo Jesucristo a sus apóstoles en la última cena: Padre, santifícalos en la verdad, pues Tu palabra es Verdad. También Jesucristo nos había dicho antes a todos los hombres, reconociéndose Él mismo como uno de ellos, que la Verdad nos hace libres. Estas verdades universales han constituido ciertamente el lema y el motto que como hombre y como biólogo me han ayudado siempre a superar infinidad de dudas y dificultades a lo largo de la vida. No podemos olvidar nunca que la Luz nos ilumina y mueve, la Verdad
nos hace libres y la Libertad, verdaderos. Hay que reconocer por tanto que la realidad de los hechos verdaderos jamás engaña y que así es la vida.

El Ateneo de Sevilla me invitó a pronunciar la conferencia de inauguración del curso 2015-2016, acontecimiento que aproveché para presentar el Avance de mis MEMORIAS. Gracias a la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), éstas fueron publicadas in extenso en 2016 con el título Recuerdos, Realidades y Esperanzas. Las crisis energética y alimentaria y la contaminación atmosférica son problemas alarmantes de difícil solución que requieren medidas urgentes. Enfrentándome científica y prácticamente a ellos propuse entonces:
«¿Será el ion hidruro (hidrógeno sobre-reducido resultante de la fotoelectrolisis del agua en la fotosíntesis), el combustible real del mundo vivo, también el combustible ideal y universal del futuro de la humanidad, exento de los efectos contaminantes del dióxido de carbono?»
Del libro de la Presentación de mis Memorias en la Isla de la Cartuja extraigo ahora también el Epígrafe en loor de la Ciencia.

La ciencia ha logrado ofrecernos una visión fascinante y realista del origen y la evolución del Universo y de la vida, incluida la vida humana, la culminación de la escalada biológica. Este logro representa una de las más extraordinarias conquistas de la ciencia y, como todas las grandes conquistas humanas, ha sido ardua, apasionada y apasionante, pero es todavía muy fragmentaria e incompleta. Fiel a sus ideales y a su realidad biológica, el hombre tiene que seguir luchando honesta e incansablemente, con entusiasmo y confianza, hasta conseguir descubrir toda la verdad a su alcance, buscando por todos los medios dar sentido −su verdadero sentido− a la vida y encontrar su propio destino −sea el que sea−. La vida humana es alegre, efímera y llena de vigor, y hay que vivirla con intensidad y provecho, pero la muerte, que
es en sí el remedio natural que pone fin a la vida ¿es ciertamente el fin o el principio de todo?

Decía el filósofo alemán Schopenhauer, gran admirador del escritor jesuita español Gracián, que “hay que haber vivido mucho para saber lo corta que es la vida”. Para Cajal, el gran histólogo aragonés, la muerte es “la más profunda y angustiosa de todas las realidades de la vida”. Según constancia escrita, don Santiago había sufrido honda crisis de fe con la lectura de los libros de filosofía, pero ciertamente se habían salvado del naufragio dos altos principios: “la existencia del alma inmortal y la de un ser supremo, rector del mundo y de la vida”. Para el gran poeta sevillano Manuel Machado “la vida es el camino de la muerte y la muerte el camino de la vida”.

Me parece que es hermoso, consolador y edificante terminar mi breve intervención en un recién estrenado Centro de investigación de vanguardia con las reflexiones de estos grandes maestros que ha tenido España y que supieron enseñarnos y aconsejarnos lo que es la vida con su visión del mundo. Con estos interrogantes y respuestas sobre la muerte pongo pues fin a estas palabras de agradecimiento recordando con gratitud y afecto a mi antigua Universidad, al CSIC, a todos mis amigos, profesores y alumnos, vivos y muertos, presentes y ausentes.

Manuel Losada Villasante